Las palabras de presentación tuvieron lugar en la balconada del patio central del Convento. Una cincuentena larga de personas se agrupaba en aquel rincón del magno edificio. Fue María Antonieta Marbán Certucha, profesora de la Universidad Mesoamericana, y esposa del artista, quien con gran serenidad abrió el acto y actuó de moderadora. Tras una breve introducción me paso la palabra. Me permití recordar que Fernando Gallo y yo estamos unidos desde 2001 por un libro, cuya portada es de Ángel Orcajo y cuyas separatas (de las cuatro partes del libro) son del propio Fernando. Bueno, por un libro y muchas y largas charlas, aficiones comunes, etc. Saqué y leí un texto muy corto que llevaba largo tiempo pensando pero que terminé escribiendo la noche anterior: “Fernando Gallo el artista en la encrucijada”.
En él decía: “¿Por qué es tan importante ese espacio?,¿por qué esa lucha por ocupar los cruces de caminos y las bifurcaciones?. Pues, porque es ahí, en las intersecciones, donde emergen esas increíbles conexiones, que según Henri Poincaré constituyen la creatividad. Conexiones entre la denotación y la connotación, lo abstracto y lo concreto, la materia y el concepto…
Y es ahí donde aparece Fernando Gallo como uno de esos pocos artistas conceptuales, como lo fuera Joan Brossa en España, ubicado en la encrucijada de la poiética, sin preocuparse de la sustancias, ni de la de la música, ni del verso, ni de la pincelada. Sin doblegarse, aunque a veces nadie lo comprenda. Ese es, mi querido Fernando, el lugar de los artistas, ese es el espacio de esta exposición que redefine el arte y nos obliga una vez más a reajustar nuestros detectores”.
Y si yo había emparentado a Gallo con Brossa, el crítico de arte Luis Rius Caso, hijo del poeta español del mismo nombre (cuyo texto fue leído por Maria Antonieta ante la imposibilidad de Rius de acercarse a Oaxaca por razones profesionales), lo alineó con Marcel Duschamp´s. También él advirtió a la audiencia de la necesidad de acercarse a la obra de Gallo sin prejuicios ni esquemas convencionales. La idea de que algunos artistas redefinen el arte flotaba ya en el ambiente. Pero sería rematada por la maestra Zazil Chagoya quien se levantó sorpresiva aunque calculadamente para leer otro texto: “El viejo puente sobre el río viejo: arte y traslación. La obra de Fernado Gallo” y añadió con voz timbrada que lo acababa de recibir esa misma mañana enviado desde España por el pintor Angel Orcajo y el periodista Erik Casais. Ambos nos invitaban también a deshacernos de los viejos hábitos. En sus propias palabras:
“…. La visibilidad: otro argumento traído por el artista en esta su Opera Omnia – su trabajo/todo. La atrofia de la visión, la visión ocluida por el objeto (los árboles no nos dejan ver el bosque). Este es un tema muy posmoderno, muy concepto-concepto. Como queriendo decir; miramos pero no vemos. La vista distraída. La mente obturada. Pero qué obtura la mente (del visor): la costumbre. Deberíamos deshacernos de los viejos hábitos, cambiar de ropa”
Resultó emocionante escuchar el silencio con que aquellas personas estuvieron explorando con respeto casi reverencial los distintos artilugios de la obra allí expuesta. Silencio, respeto, curiosidad, interés. A lo mejor- pensé- no es una arte tan difícil el de Fernando.
La noche se cerró horas después con una cena muy cordial en la casa de una amiga. La mañana siguiente un vuelo mañanero me dejó en el aeropuerto de DF esperando la hora de regreso a España. La gira de la NTE por México tocaba a su fin. Pero las sensaciones permanecen.
Ya desde aquí le deseo a Fernando Gallo el éxito que se merece y dar las gracias a todos los viejos y los nuevos amigos por los cariños y a tenciones recibidos.